Variedad de cola de caballo, propia de zonas encharcadas como
todas estas clases de plantas, produce dos tipos de tallos aéreos, unos
fértiles, finos, sin ramitas laterales y con los esporangios en la extremidad y
otros estériles como los que tenemos aquí, con tallos mucho más largos, pero
relativamente finos, y con ramas verticiladas en los nudos.
Los tallos son duros, impregnados de sales, muy surcados
longitudinalmente y articulados, con nudos protegidos por unas vainas, al
principio blancas y luego marrones, terminadas en 6 a 12 dientes lanceolados de
donde salen numerosos tallos finos como radios de un paraguas en los tallos
estériles.
Los tallos están formados por un tejido de parénquima
clorofílico verde recubierto de tejido epidérmico con células incoloras y
provistas de estomas.
En los bordes de los tallos las células epidérmicas presentan unos engrosamientos en las paredes
muy angulares lo que le da ese tacto áspero y cortante.
Los bordes de los tallos presentan un neto engrosamiento del
tejido epidérmico que los hace rígidos y consistentes.
Además las células de la epidermis están impregnadas de
granulaciones minerales lo que ofrece una superficie áspera y rugosa.
Así mismo son espectaculares los estomas, formados por dos
células oclusivas con numerosas granulaciones y verrugas que le dan un aspecto
de pezuña de cangrejo.
Bajo la gruesa cubierta de epidermis nos encontramos el
parénquima clorofílico en empalizada con células alargadas y cargadas de
clorofila.
Los tallos son recorridos a todo lo largo por vasos
conductores liberianos y leñosos que destacan entre el resto por la falta de
clorofila.